historias en minúscula

Soñando en el fin del mundo

Fui periodista y lector… Ahora solo soy lector y aprendiz de viajero. Cuido a mis amigos porque ellos me cuidan a mí. Paseo por el monte, veo partidos de rugby y leo todo lo que cae en mis manos, pero no hago ascos a un viaje ni a una fiesta, en particular si es de rock and roll. Acumulo libros de historia porque sigo creyendo que la realidad es mejor que la ficción y me gustan las estanterías llenas.

El fin del mundo.

Estoy de vuelta, por fin. Ya no recuerdo cuándo clausuré mi blog anterior, ni siquiera sé qué nombre le puse. ¿Por qué me fui? Sencillamente, me harté de escribir. Lo consideraba una obligación moral (una deformación profesional, supongo) y acabé totalmente saturado, como lo estaba en mis últimos días en el periódico, cuando Internet obligó a la prensa a publicar chorradas y construir una simple frase era como levantar un pedrusco. Desde entonces me he dedicado a leer, he forjado amistades nuevas, he cultivado selectivamente las antiguas y he viajado al fin del mundo, al escenario de mis lecturas favoritas, donde he conocido gente interesante y he vivido experiencias que creía que solo existían en mi imaginación.

No es de extrañar que, de regreso a casa, mi pueblo me parezca una pecera, un acuario cómodo, cálido y bien provisto, la verdad sea dicha, pero presidido por la rutina; así que he creído necesario hacer inventario y volver al punto de partida. Por encima de todo, me he propuesto seguir caminando mientras las piernas lo permitan. Me da igual un terreno llano, una montaña, un vergel o un desierto, la orilla de un río o una playa; cualquier escenario es válido si me mantiene en movimiento.

Para ser franco, andar con las manos en los bolsillos y parlotear es lo único que se me da bien (o mal, en opinión de algunos). Nada me atrae más que el aire fresco en el rostro, la hierba mullida que pisas con la mochila a la espalda, el cansancio de una larga marcha, gratificado con una conversación junto a la chimenea de una cabaña. Suena a rollo trillado (pájaros y flores, decíamos en la redacción), lo sé, pero a mí me funciona y no me avergüenza confesarlo.

Me funciona porque de ahí brotan las ideas sencillas, buenas y útiles; los proyectos atractivos, los pensamientos agradables y las lealtades duraderas. Me estoy refiriendo a esos momentos en que te vuelves audaz, te atreves a pensar a lo grande, no sabes por qué, y la oscuridad se quiebra con una emoción luminosa que no alcanzas a describir, pero que no se va de la cabeza.

Por desgracia, nadie te creerá si le cuentas que la magia existe, sea lo que signifique tal cosa. Por eso este blog, como es de suponer, comienza y acaba en mí. No quiero sembrar bostezos en la parroquia. Mis aficiones y mi forma de ser me han procurado unos cuantos amigos de verdad, pero también demasiadas miradas condescendientes, unas justificadas, otras creo que no tanto. Yo apuesto por los amigos, los que me han tendido la mano en tiempos de zozobra, los que aprecian por igual mis virtudes (escasas) y mis defectos (innumerables y a veces incorregibles), los que me han enseñado que ser agradecido y generoso sin buscar nada a cambio es un buen negocio, porque te hace sentir bien, y eso es un capital sano. También he aprendido a reconocer enseguida a los cínicos y a huir de ellos como de la peste, tipos dados a la apariencia y el teatro, escudados en una seguridad de chichinabo que esconde lo poco o nada que tienen que decir.

Ignoro aún a qué dedicaré este blog, a fin de cuentas no ha nacido para otra cosa que distraerme. Lo más lógico es que acabe comentando mis libros, mis salidas al monte y mis viajes. Tal vez hable de mi modesta colección de vinos (asunto del que no tengo ni repajolera idea, aunque espero corregirlo); de las bellas personas que he conocido (sin dar detalles que puedan identificarlas, por descontado) y de la honda impresión que me han causado, lo bastante fuerte como para animarme a escribir después de varios años. No descarto incluir entradas sobre rugby, mi pasión y fuente inagotable de amistades, y sobre música, sin la que no puedo vivir (rock, country, soul, jazz, clásica); posiblemente dejaré caer reflexiones que nadie me ha pedido y me resisto a mantener en secreto. Si hay un lema que me inspira es que merece la pena volver a la casilla de salida y soñar como un chaval en el fin del mundo.

Esto, espero, solo es el principio.

P.D.: También incluyo en este blog, reeditados, textos que publiqué en mi periódico antes de retirarme.

Posted in

2 respuestas a “Regreso al punto de partida”

  1. Avatar de Yolanda Arzamendi Abendaño
    Yolanda Arzamendi Abendaño

    Tú, en esencia pura. Estás palabras trasmiten la serenidad con la que vives tus días. La atención plena a tus momentos y a lo que te rodea. Enhorabuena.

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de Javier Muñoz

      Gracias, Yolanda, por leerlo.

      Me gusta

Deja un comentario