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Hay libros sobre política que son entretenidos. Uno de ellos es el del profesor David Runciman, que demuestra hasta qué punto los políticos pueden conseguir que un país retroceda a lo peor de la Edad Media (Siria) o evolucione hacia el progreso y el bienestar (Dinamarca)
¿La política sirve para algo? ¿Quién no se lo ha preguntado alguna vez durante una convulsa campaña electoral plagada de noticias sobre la corrupción? Hay un profesor de Cambridge que afirma que es una dedicación útil y lo sustenta con una comparación extrema, pero clarificadora. La razón por la que Dinamarca es un país agradable para vivir y Siria un avispero aterrador es por la Política, con mayúsculas, título que, por cierto, ha puesto a un ensayo suyo publicado por la editorial Turner.
El autor se llama David Runciman e imparte, como no podía ser de otra forma, Ciencias Políticas. Emplea un lenguaje llano, poco frecuente en los docentes universitarios, y se explica con amenidad y argumentos inapelables. La política, asegura, decide el grado el bienestar de las personas y en situaciones límite también traza la línea entre seguir vivo o estar muerto, como desgraciadamente se comprueba al comparar Dinamarca y Siria.
Pero ¿por qué el país escandinavo era en el siglo XVI como Siria y hoy no? A esa pregunta que se hace Runciman se le puede añadir otra de ámbito local. ¿Por qué el terrorismo parece haber terminado en Euskadi en el XXI? Y allí donde la violencia forma parte del pasado y se disfruta de democracia y desarrollo material y social, también podemos preguntarnos a qué se debe la crispación. Pero todavía podemos interrogarnos más, descendiendo al nivel municipal y de barrio. ¿Por qué los servicios públicos que dependen de varias administraciones funcionan mal o no se ponen en marcha? En resumen, los malos políticos llegan a amargar la vida de la gente en una escala mayor o menor.
Runciman sostiene que, en el buen o mal funcionamiento de una sociedad, la responsabilidad de los hombres públicos es determinante sobre lo demás. Es cierto que para que ellos tengan éxito son necesarias instituciones estables que canalicen los conflictos, pero esa estabilidad sólo perdura cuando los hombres públicos hacen bien su trabajo.
La vida sería más sencilla para ellos si las instituciones que de verdad funcionan no fueran sino el producto automático de unas circunstancias históricas particulares -dadme el clima, la cultura, la economía, la religión y la demografía convenientes y yo os daré la democracia.
Por desgracia, la vida es complicada. David Runciman se remite de nuevo a Oriente Próximo y Oriente Medio, al odio entre chiítas y sunitas, desencadenado por una combinación de religión, cultura, crisis y cambio climático. La política podría mitigarlo, pero los actores deben escoger las opciones correctas. Ese principio funciona en cualquier parte del mundo.
El libro de Runciman no es un tocho del típico ensayista; intenta responder a cuestiones sencillas. En qué consiste la política (el control de la violencia). Qué es lo que hace que sea importante en el siglo XXI (es lo único que puede controlar los avances de la técnica desbocada). Y por qué está tan unida a la idea de justicia (porque la ética le concierne).

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