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Soñando en el fin del mundo

Fui periodista y lector… Ahora solo soy lector y aprendiz de viajero. Cuido a mis amigos porque ellos me cuidan a mí. Paseo por el monte, veo partidos de rugby y leo todo lo que cae en mis manos, pero no hago ascos a un viaje ni a una fiesta, en particular si es de rock and roll. Acumulo libros de historia porque sigo creyendo que la realidad es mejor que la ficción y me gustan las estanterías llenas.

El ‘Komet’. / Wikipedia. Dominio público.

Este texto se publicó en la serie Batallitas de El Correo en 2014.

En 1940, un crucero auxiliar de la Armada alemana, denominación oficial de los corsarios, atravesó el océano Ártico desde las islas de Nueva Zembla hasta el estrecho de Bering para iniciar una guerra secreta contra el tráfico mercante aliado que le llevó a los confines del mundo

El ‘Komet’ zarpó el 3 de julio de Gotenhafen (hoy puerto polaco de Gydnia) camuflado de mercante ruso para no llamar la atención mientras navegaba hacia el Ártico. Equipado con seis cañones, diez lanzatorpedos y cuatrocientas minas submarinas, desplazaba 3.300 toneladas y tenía una tripulación de 270 marineros cuya misión era capturar o hundir barcos del Reino Unido y de sus aliados por todo el mundo, para lo cual debía cambiar constantemente de disfraz.

En los inicios de la Segunda Guerra Mundial, el ‘Komet’ surcó todos los océanos y cruzó el ecuador ocho veces. Fue la pesadilla de los aliados hasta 1941, cuando atracó en Cherburgo, en la Francia ocupada por los alemanes, después de 17 meses de navegación. Pero su mayor proeza fue atravesar el legendario paso del nordeste desde el Atlántico hacia el Pacífico, la ruta  que el navegante holandés Barents había explorado sin éxito en el siglo XVI.

El primero en completarla -más de 6.000 kilómetros junto a la costa de Siberia- fue el finlandés Nordenskiol en 1878 a bordo del ‘Vega’. El capitán del ‘Komet’, Robert Eyssen, repitió la hazaña en poco más de tres semanas con la ayuda de tres rompehielos soviéticos que se relevaron para abrirle paso (Hitler aún no había roto su pacto con Stalin). Sin embargo, el último tramo -el más corto y también el más expuesto al hielo- lo tuvo que realizar en solitario y con unas cartas náuticas deficientes.

Una vez en aguas del Pacífico, el ‘Komet’ navegó hacia el sur y se reunió en un atolón de las islas Carolinas con el corsario ‘Orion’ y  los buques de abastecimiento ‘Kulmerland’ y ‘Regensburg’, grupo que llegó a las Carolinas bajo un falso pabellón japonés.

La aparición de los barcos alemanes alarmó a las autoridades niponas, que enviaron una patrullera, pero los extranjeros explicaron que se habían camuflado para eludir a los británicos. Más tarde, el ‘Regensburg’ zarpó hacia el puerto japonés de Kobe y el resto del grupo salió a la busca de presas.

El ‘Komet’ y el ‘Orion’ transportaban en cubierta sendos hidroaviones que despegaban en misión de reconocimiento cuando el mar estaba en calma. Si avistaban una presa, sobrevolaban su antena de radio provistos de un gancho para inutilizar su equipo e impedir que diera la alarma.

La primera captura de los corsarios en el Pacífico fue decepcionante, un triste rebaño de 260 ovejas que se apiñaban en el carguero ‘Holmwood’ cerca de las islas Chatham, al este de Nueva Zelanda. Los animales balaron aterrorizados cuando el ‘Komet’ disparó un cañonazo de advertencia. Doscientos acabaron en la bodega del corsario y los restantes se fueron a pique con el ‘Holmwood’, que tras ser evacuada su tripulación recibió un torpedo letal.

El ‘Komet’ y el ‘Orion’ no fueron los únicos corsarios que hostigaron el tráfico marítimo aliado. Hubo siete más: ‘Atlantis’, ‘Widder’, ‘Thor’, ‘Pinguin’, ‘Kormoran’, ‘Michel’ y ‘Stier’. Entre 1940 y 1943, la flota de cruceros auxiliares apreso o hundió 150 barcos cuyo tonelaje equivalía a la producción de los astilleros británicos de un año.

Capturó, inutilizó o destruyó combustible, materias primas y todo tipo de mercancías y alimentos destinados al Reino Unido y a sus aliados. Minó puertos y rutas marítimas en Australia y Nueva Zelanda. Su actividad cesó cuando Portugal cedió las bases de las Azores a Estados Unidos y Alemania se concentró en la guerra submarina.

Los corsarios no surgieron de la noche a la mañana. Su origen se remonta a 1911, cuando Berlín creó el Servicio Secreto de Aprovisionamiento de la Marina de Guerra (Etappendienst) a las órdenes del oficial Wilhem Canaris. Era una red de espías que trabajaban en navieras y compañías petrolíferas, principalmente alemanes, aunque también se reclutaba a extranjeros que simpatizaban con Alemania. Recogían información sobre buques de guerra, petroleros y mercantes en todo el mundo.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, en 1914, el Etappendienst dirigió el abastecimiento secreto de la Armada desde puertos neutrales y dio apoyo logístico a corsarios y submarinos. Gracias a sus servicios, la escuadra del almirante Spee operó en el Pacífico.

La organización desapareció con la capitulación de Alemania en 1918. Pero los vencedores no conocieron su existencia ni antes ni después de la paz. Resucitó en 1927, cuando Canaris, que ya era contralmirante, recuperó a sus antiguos espías y encargó a oficiales navales que los instruyeran. Los demás países jamás detectaron tales movimientos, que fueron financiados discreta y generosamente por Berlín.

De ese modo, Alemania dispuso en el extranjero -en Argentina, Brasil, España y Japón, principalmente- de una flota secreta de apoyo de enorme eficacia. Durante la Segunda Guerra Mundial, barcos aparentemente neutrales se desviaban de la ruta oficial y avituallaban a los corsarios en los confines de los océanos. Los aliados sólo se enteraron cuando Hitler fue derrotado, al revisar la documentación de la Marina.

Pero volvamos con el ‘Komet’, el ‘Orion’ y el ‘Kulmerland’. A finales de noviembre de 1940 merodeaban por la Micronesia. La captura de las ovejas cerca de las islas Chatham había sido poca cosa, aunque después cayeron un barco de pasajeros, un carguero que se fue a pique con 14.000 toneladas de mantequilla y carne congelada y, por último, un vapor. Sin embargo, los alemanes tenían planes más ambiciosos. Se habían propuesto desembarcar en la isla de Nauru y destruir sus instalaciones.

Antes realizaron un reconocimiento de la costa y asestaron los primeros golpes. Una noche, el ‘Orion’ y el ‘Kulmerland’ atacaron dos cargueros británicos de la empresa local de fosfatos cuando zarpaban del puerto y el ‘Komet’ se lanzó sobre un vapor de la misma empresa.

Pero los prisioneros acumulados en los ataques de los corsarios por el Pacífico se habían convertido en un problema. Había que acomodar a 675 oficiales, marineros y pasajeros en los barcos alemanes. Los 163 hombres que podían combatir fueron embarcados en el ‘Kulmerland’ con instrucciones de dejarlos más adelante en Kobe. Desde Japón, otro barco los llevaría a Burdeos.

Mientras tanto, el ‘Orión’ y el ‘Komet’ se repartieron a 341 europeos y 171 asiáticos, un grupo heterogéneo que incluía a medio centenar de mujeres y unos cuantos niños.

Hubo más contratiempos. El asalto a Nauru se tuvo que aplazar a causa de un huracán. La flota alemana se desvió a Emirau, una isla de Papúa Nueva Guinea donde vivían dos familias inglesas y veinte grupos indígenas. La comunidad, que no tenía estación de radio, quedó estupefacta al contemplar las banderas del Reich desde la costa, pero aceptó de buen grado a los prisioneros que les entregaron. Los alemanes dejaron víveres, tiendas de campaña y un bote de vela para que algunos liberados navegaran a la isla vecina de Kavieng y pidieran ayuda.

No obstante, el desembarco en Emirau dividió a los capitanes del ‘Orion’ y el ‘Komet’. El primero no estaba de acuerdo en dejar en libertad a unos capitanes británicos con el resto de prisioneros, pero el segundo insistió. Fue un grave error de este, pues en un desliz había dejado entrever a los oficiales cautivos que conocía los códigos de los mercantes aliados. En cuanto quedaron en libertad, a los oficiales les faltó tiempo para informar a sus superiores y la alerta se extendió por el Pacífico.

Para entonces, los dos corsarios y el ‘Kulmerland’ ya se habían separado. El ‘Komet’ regresó a Nauru y en la madrugada del 27 de diciembre de 1940 apuntó al puerto con un potente proyector luminoso para enviar un mensaje. Si nadie usaba la radio, solo dispararía contra el muelle, sus edificios y los barcos amarrados. Prudentemente, nadie respondió ni dio la alarma.

El ‘Komet’ cañoneó su objetivo durante noventa minutos, inutilizando los almacenes y los depósitos de carbón. Durante una temporada, los fosfatos que producía Nauru, con los que se fabricaban fertilizantes, no llegaron a los agricultores de Australia y Nueva Zelanda.

El ‘Komet’ cambió rápidamente de escenario y se dirigió al mar de Ross, en la Antártida, al sur de Nueva Zelanda. Ahora pretendía hostigar a los balleneros de los países aliados, pero solo se cruzó con pesqueros japoneses. Sin nada que hacer, viró al oeste, hacia las islas Kerguelen (Desolación), un enclave del Índico situado a 5.000 kilómetros al sureste de Ciudad del Cabo y a 2.000 de la Antártida.

Berlín lo había citado allí con un barco de apoyo que entregó 1.400 proyectiles. La reunión coincidió con la llegada del corsario ‘Pinguin’, que había apresado un ballenero noruego y lo utilizaba como barco auxiliar.

Los marineros del ‘Komet’ agradecieron la recalada, aunque el lugar elegido fuera inhóspito. Cazaron conejos y organizaron  excursiones mientras hacían acopio de agua potable y víveres, algunos tomados de una estación ballenera abandonada.

En marzo de 1941, el Komet volvió a patrullar por el Pacífico, pero la fortuna no lo acompañó. Su capitán no aguantó más tiempo con las manos vacías y puso proa al otro extremo del océano, a las islas Galápagos, a 900 kilómetros de las costas de Ecuador.

Entre el 14 y el 19 de agosto de 1941 atacó tres barcos -una violación de la zona panamericana de neutralidad- y se replegó enseguida a su anterior teatro de operaciones, entre Nueva Zelanda y las islas Pitcairn, donde a finales del XVIII se escondieron los amotinados de la Bounty. Al ‘Komet’ lo acompañó en esta ocasión una presa de las Galápagos, el ‘Kota Nopan’, que tenía un valioso cargamento de caucho, estaño y manganeso.

Ese mismo año, los dos barcos recibieron órdenes de regresar a Europa por rutas alejadas del radio de acción de los aviones de reconocimiento. El ‘Komet’ se hizo pasar por un carguero portugués con base en Lisboa. Tras rebasar el cabo de Hornos, se reunió con dos submarinos de escolta en el Golfo de Vizcaya y atracó en Cherburgo el 26 de noviembre. Poco después llegó al puerto alemán de Cuxhaven. El ‘Kota Nopan’ había atracado antes en Burdeos, también camuflado.

El capitán del ‘Komet’, Robert Eyssen, recibió la Cruz de Caballero y sus hombres, la Cruz de Hierro. Sin embargo, el buque corsario no hizo más capturas. En 1942, provisto de radar y cañones nuevos, zarpó con un nuevo capitán, Ullrich Brocksien, para una nueva campaña contra el tráfico aliado. Su aventura fue abortada frente a la costa francesa. Un torpedo de una lancha británica alcanzó al ‘Komet’ en la santabárbara cuando intentaba llegar a Cherburgo. Nadie sobrevivió.

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Una respuesta a “Corsarios del siglo XX”

  1. Avatar de dutifullynight291736ad53
    dutifullynight291736ad53

    interesante

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